martes, 15 de diciembre de 2009

Aquí estoy


Aquí estoy, ahogándome en la vida y yo que creía que me la bebía sorbo a sorbo, que transitaba casi sin pisar el hermoso tapete que se convertía en mi camino, pensé que flotaba, que ella me amaba como se ama a la mejor amiga, como se ama a quien comparte con nosotros nuestros más bellos sueños de la infancia. Pues bien, me caí de aquel hermoso idilio, el golpe ha sido mortal y certero, me tiemblan las manos, me sudan los ojos, pues ya no puedo llorar porque ella me enseñó que las lágrimas sólo pueden ser vertidas ante la majestuosidad de su figura mitológica, sí frente el amor, la amistad y el dolor propio de la existencia, una existencia tan profunda y definitiva que compite con lo eterno, tan perfecta y clara que compite con la inmensidad y circularidad de lo abstracto.

Ya sé que todo lo que digo, escribo y pienso son únicamente palabras, lo verdadero, lo sentido y desgarrador queda condensado en mis interludios infinitos, transfigurados en mis solsticios de silencio y soledad, de tristeza, de ganas de llorar, en la desesperación por vivir pero no vivir de cualquier modo, no vivir bajo las reglas de contrabando de este mundo vacío y vulgar, tan vulgar que raya con lo grotesco y me hace comprender la nauseabunda desazón de estar arrojada en una gran masa de estiércol.

Simone.

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